domingo, 26 de marzo de 2017

Banda "La Gran Sonora Brass Oruro" festejó su primer año de existencia

Un movimiento diferente se vivió la mañana de este sábado en la plaza "Manuel de Castro y Padilla", con la presencia de decenas de jóvenes elegantemente vestidos, quienes llevaban entre sus manos una diversidad de instrumentos, esto porque se dirigían a celebrar el primer año de "La Gran Sonora Brass Oruro", compartiendo con su público con una retreta popular.

La Gran Sonora Brass Oruro, nace como institución, un 18 de marzo de 2016, con el objetivo de ser uno de los mejores referentes musicales del departamento de Oruro, con una propuesta profesional, entendidas en la materia del espectáculo.

El director de la banda, Freddy Achocalla Mamani aseguró que después de cosechar grandes satisfacciones durante el año que tienen de vigencia, enfatiza en el compromiso que ahora tienen todos sus integrantes, para resaltar la música orureña, a través del talento joven.

"Las proyecciones de la Gran Sonora Brass son muy altas, estamos proyectándonos en ser una banda única en la especialidad, es que nosotros somos jóvenes y profesionales, como se ve tenemos una amplia variedad de instrumentos, que es lo importante para brindar una ejecución más destacada", refirió Achocalla.

Su profesionalismo ya lo demostraron al participar junto a una de las instituciones más representativas del Carnaval de Oruro, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, como es la Fraternidad Artística y Cultural La Diablada, a quienes agradecen por la confianza brindada.

Actualmente su directorio está integrado por Freddy Achocalla como director, Grover Flores como director artístico, Cristian Mamani como secretario general, Carlos Cuentas como subdirector, Jesús Fuentes como secretario de actas y Edson Canaviri como secretario de deportes.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Músico de banda: “Son 100 pesitos de alegría que te duran toda la vida”

"¿100 pesos por músico? ¿No es muy caro?, preguntó una mujer que cotizaba el servicio de una banda de música para el Martes de Ch´alla. "Señora, son 100 pesitos de alegría que te duran toda la vida", justificó el músico para esquivar el regateo de la contratante.

La música es el componente esencial e indispensable en los festejos del Carnaval, desde los días de Compadres, Comadres, Martes de Ch´alla, Miércoles de Ceniza hasta las entradas en el Carnaval de la Concordia y las provincias.

La tarifa establecida por la Federación Departamental de Bandas de Músicos Profesionales de Cochabamba es de 100 bolivianos la hora. Cada agrupación está conformada por 15, 30, 50 y hasta 100 componentes.

El precio depende de la actividad. Si se trata del acompañamiento a una fraternidad durante el Carnaval de la Concordia, que se extiende entre 5 y 6 horas, el precio es de 200 bolivianos por músico, pero si se trata de un ch´allaku (ritual de ofrenda a la Pachamama) familiar en martes de Carnaval, la tarifa es de 100 bolivianos por músico.

Si la empresa, familia o grupo de amigos desea pasar una hora de diversión, amenizada por una banda de músicos -integrada por 10 personas- mínimamente le saldrá mil bolivianos, la yapita dependerá de la negociación en el momento. "Todo depende, hay quienes, sin decir nada, te pagan la hora completa y otros que siempre piden rebaja o yapa. Pero todo es negociable".

Las alegres notas de la tradicional diana son el inicio de un gran festejo que hace que todos olviden lo que costó. Una tanda de seis a siete piezas hace que todos muestren sus mejores pasos, mientras se viene preparando el cierre.

Los músicos son expertos en preparar el repertorio de cierre. Generalmente son huayños, kacharpayas y el yapayquitu (vendajes) que siempre deja a los invitados con ganas de más. A veces surte y a veces no; su alegre cierre provoca por lo general que los anfitriones de la fiesta o el grupo de amigos haga una colecta para prolongar el servicio por un tiempo más. Otras veces solo queda como el mejor calentamiento para continuar la fiesta al ritmo de la música que puedan programar en los equipos de sonido o amplificación.

El Carnaval es para estos profesionales del arte musical, una de las cinco oportunidades del año en que tienen una actividad intensa de trabajo. Las otras son las festividades de Urcupiña, Santiago, Santa Vera Cruz y la Virgen del Carmen.

En un buen día de trabajo, como un Martes de Ch´alla pueden atender entre 3 y 5 contratos, lo que representa un ingreso mínimo de 300 bolivianos y un máximo de 500 por cada uno.

Aunque nunca falta la "mala competencia" según lamentó el presidente de la Federación Departamental de Bandas de Música, Rigoberto Mendieta.

Los músicos profesionales ven con preocupación la creciente oferta de bandas estudiantiles que prestan sus servicios como bandas folclóricas, cobrando el servicio muy por debajo de los establecido y restando calidad a las expresiones culturales en cada presentación. "Hay gente que se aprovecha de ellos, los reúne y les paga 80 o 50 bolivianos, eso ya es explotación y nosotros no podemos rebajar hasta ese punto", expresó Ángel Alvis, integrante de la banda Unión Central.

Mendieta señaló que además de afectar su trabajo, expone también la calidad e imagen de las actividades culturales de Cochabamba. "Las fraternidades ya no se van a la calidad de la interpretación sin tomar en cuenta que para las entradas folclóricas vienen muchos turistas". Otro de los factores que mermó sus oportunidades de trabajo fueron las amplificaciones. "Ellos, sin ningún esfuerzo, copian nuestro trabajo en un CD, presionan un botón y listo. La gente siempre se va a lo más barato". En Cochabamba existen alrededor de 40 bandas de músicos profesionales, treinta de ellos están afiliados a la Federación, y el resto está distribuido entre Quillacollo, Sacaba y Valle Alto. El talento de estos intérpretes es innato. Alrededor del 70 por ciento es originario de Oruro, la cuna del folclore boliviano, el 20 por ciento es paceño y el restante 10 por ciento hijo de orureños nacido en Cochabamba.

7 Instrumentos básicos

Dos trompetas, dos bajos, un timbal, un bombo y un platillo son los instrumentos básicos que debe tener una banda de músicos para amenizar fiestas familiares o reuniones de amigos.

martes, 7 de marzo de 2017

Sirinu el secreto de la magia de la Poopó



Las melodías se escuchan como nunca antes: finas, alegres, hipnotizan los oídos y el alma. Es tal vez por esa razón (o sinrazón) que los espectadores se ponen de pie para bailar y aplaudir cuando pasan los músicos de la banda Fabulosa Gran Poopó, vestidos con sus característicos pantalones y sacos rojos. Las sensaciones que causan la agudeza de las trompetas, de los bajos —que dan el ritmo perfecto— y del bombo —que parece acompañar el latido del corazón— suelen experimentarse solo durante el Carnaval de Oruro. Estas melodías, armonías y ritmos surgen en las nacientes de los ríos o en los cerros, entes que se encargan de afinar los instrumentos musicales, en una tradición que se llama sirinu o sereno.

En la cultura andina, la música y la agricultura están asociadas, pues existen ceremonias para agradecer por las cosechas y el rebaño a través de mesas ceremoniales (waxtas) con el acompañamiento de melodías. Esta íntima asociación se divide en dos etapas —según refiere el investigador argentino Edgardo Civallero en el artículo El Sirinu—: el jallupacha o periodo de lluvias, que suele empezar en noviembre (Todos Santos) y culminar en febrero o marzo (Carnaval); y el awtipacha, el periodo frío y de sequía. De acuerdo con esta concepción, todos los instrumentos tienen un espíritu (ajayu). No obstante, este poder no es innato, sino que se adquiere mediante el encuentro con una entidad sobrenatural. En el país, este ser es conocido como sirinu o sereno, es decir una saxra, un ser del inframundo (manqhapacha), que mora en grietas, quebradas, cascadas, arroyos y manantiales.

Un aguayo multicolor sirve de alfombra para la mesa ritual (waxta) dedicada al sirinu y a la Pachamama en la casa de Alfredo Peñafiel, director de la Fabulosa Gran Poopó. Dulces grandes con forma de billete de 10.000 dólares, herradura, figuras de cerros y edificios llaman la atención por su brillo dorado y plateado. También hay una con forma de vicuña, que en Pazña (provincia Poopó del departamento de Oruro) es considerada de más fuerza y mayor magia que una llama.

Los músicos posan en la punta del cerro Vilaque, mientras que al fondo aparece el Siwinkani.

Hugo Gonzales, el yatiri que se encarga de cumplir el ritual del sirinu, ha llegado temprano para armar la mesa. En esta simbiosis entre la fe andina y la cristiana ha acomodado la imagen de Santa Cecilia (la patrona de los músicos) sobre una mesa, donde familiares y amigos que van llegando encienden velas blancas. Sentados, cada uno parece quedar en trance mientras mastican coca y observan la mesa ritual, en tanto recuerdan a sus antepasados y desean que haya prosperidad.

Milton Eyzaguirre, jefe del Departamento de Extensión y Difusión Cultural del Museo de Etnografía y Folklore (Musef), explica que los sirinus son espíritus de la música. “En el contexto andino, la gente lleva sus quenas u otro instrumento de viento, fundamentalmente, y lo hacen serenar. Lo dejan toda la noche y lo recogen la madrugada siguiente”.

Hay un periodo de tiempo en el que éstos “descansan”, así es que para volver a utilizarlos y que de ellos salga bella música para el Carnaval, se les hace serenar.

Carlos Gutiérrez, director asistente de la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos (OEIN), indica que la saxra se encuentra en nacientes de vertientes o sitios peligrosos. En ese lugar se colocan los instrumentos para dejarlos serenar toda la noche. En el momento en que el viento sopla fuerte, del instrumento salen hermosas melodías. Entonces, una persona designada debe salir de su escondite, espantar a la saxra, recuperar los instrumentos y reproducir lo que ha escuchado. “Se dice que así como el sirinu es capaz de entregar música nueva, su contendiente puede perder la razón, volverse alcohólico o incluso morir. Es un proceso altamente peligroso y solo destinado a gente con formación moral y física”, advierte.

La waxta está armada para solicitar que los instrumentos musicales que se escucharán en Oruro sean bendecidos.

“Para eso son los serenos, para que la banda se escuche bien y que el sonido suene finito”, corrobora el yatiri, quien señala a Torre Jaqi, Siwinkani y Vilaque, los sirinus que en Pazña son representados por los cerros que circundan la población.

En el transcurso de la mañana llegan algunos integrantes de la banda, quienes de manera solemne se sientan y comparten coca mientras hacen la vigilia, que puede llevarse a cabo durante el día o la noche, con la instrucción principal de que la waxta sea quemada al mediodía o a la medianoche. “Siempre hacemos una pequeña mesa, con eso anda la banda, si no, no se puede”, dice Fernanda Checa, esposa de Macario Peñafiel, subdirector de la banda, quien se ausenta de su casa entre tres y cuatro días a la semana debido a los contratos, gracias a los que conoce casi todo el país, además de Perú, Chile y Argentina.

Eyzaguirre indica que la devoción paralela por la Virgen María y el sirinu se debe a que la Iglesia Católica superpuso sus tradiciones a las andinas. “Tiene que ver con la extirpación de idolatrías que llevó adelante la Colonia española, destinada a encubrir las manifestaciones andinas con santos católicos”, como el Año Nuevo Andino, encubierto por la fiesta de San Juan.

Se acerca el mediodía, momento en que se debe quemar la waxta. El yatiri se arrodilla ante la mesa ritual y el cuadro de Santa Cecilia para elevar una plegaria que mezcla el aymara con el castellano. Después, mientras el resto observa en silencio, él se levanta, sale al patio y pide a los cerros tutelares que la Fabulosa Gran Poopó tenga contratos durante todo el año y que no pase ninguna desgracia en sus viajes.

El yatiri sopla la boquilla de la botella del alcohol en su ritual andino.

Juan Guarachi quiso, desde niño, dedicarse a la música y pertenecer a la Poopó. Cuando terminó sus estudios, lo primero que hizo fue decirle a su madre que formaría parte del conjunto de Pazña. Ella fue a hablar con Alfredo, quien le dio la oportunidad de que mostrara sus aptitudes. Bajistas, trombonistas, trompetistas, platilloneros... todos los músicos estaban ahí. Sentía nervios pero se sobrepuso, tomó el mazo y empezó a dar ritmo con el bombo a morenadas y cuecas. “Ahora estoy contento porque voy a estar en mi primer Carnaval”. Por ello, para dar las gracias por la bendición de los espíritus es que ahora acompaña el rito del sirinu.

“Tras recordar a todos los santos vamos a dejar la mesa apartito”, dice Hugo, así es que él y los demás llevan la waxta a Vilaque, el cerro más cercano. Ahí, después de pedir buenaventura a los sirinus, a la Pachamama y a Santa Cecilia, se enciende la mesa ritual, la que arde con fuerza, lo que significa que los pedidos han sido escuchados y que este año será próspero para los músicos de la Poopó. Los que están presentes se sienten bien, ch’allan la preparación con cerveza y entonan la morenada Aromeñita, que se vuelve a escuchar como nunca antes: fina, alegre, una melodía que hipnotiza los oídos y el alma.